Como nací y crecí en la provincia de Entre Ríos, puedo afirmar que nací y crecí entre las plantas y flores, si bien creo que fui concebida en la zona oeste de Buenos Aires, exactamente por la zona de Villa Udahondo – Villa Tesei que fue donde vivieron mi Papá y Mamá en el año 1961 y parte del 1962.
Mi Papá era un conocedor, un descendiente de pueblos originarios por línea materna y, si mi Mamá no hubiera sido descendiente de alemanes, con todo lo que ello implica en cuanto a creencias, costumbres y estructuras mentales, estoy segura que mi querido Papá Cacho se hubiera dedicado a sanar a las personas… sin estudios universitarios, claro, demás está decirlo…
Ellos, mi madre y mi padre eran descendientes de familias de limitadísimos recursos y, lo único que pretendían era vivir (mejor expresado, sobrevivir) de manera decente y sin sobresaltos, criar a los niños y niñas que habían llegado, de vez en cuando ir a una fiesta, vestirse relativamente bien y con poco dinero (mi mamá era modista) y salir a pasear un día cada dos o tres meses.
A los seis años me caí de la bicicleta (estábamos viviendo en la ciudad de Basavilbasso) y se clavó un vidrio arriba de mi rodilla, por lo que la herida manaba sangre abundantemente. Mi Papá, que a Dios gracias se encontraba en la casa ese día, me lavó la herida con agua y jabón y luego me vendó con sábanas viejas, de color blanquecino amarillento, mientras puso a hervir agua con una de las plantas que tenía colgando del techo de la cocina.
Esa planta era el penachillo, así le decía él, y fue mágico. El tremendo hueco de unos tres centímetros de profundidad que hubiera quedado en mi pierna de no haber sido curada de esta forma, fue sanando, con este agua sagrada, pacientemente utilizada para lavar cada día la herida y volver a vendar, ahora con vendas estériles que encontró mi mamá de las curaciones que le había hecho a una de mis hermanas en el ombligo y que le habían entregado en el hospital donde dio a luz.
Luego, muchos años después volví a utilizar esta planta cuando, debido al uso de sonda permanente por tener vejiga neurogénica, se produjo una herida en la vulva, por la que fui incontables veces a la ginecóloga quien, si bien era partidaria del uso de plantas, no acertaba a darme la correcta y así, me lavé con malva y usé cremas que compraba en la farmacia para restaurar mucosas y zonas sensibles, pero no había forma de sanar.
Pasé casi un año en que por el dolor que sentía en la zona genital, una de mis piernas transpiraba y se mojaba la botamanga del pantalón por completo; era la forma que el cuerpo tenía de comunicarme que algo lo estaba molestando y doliendo… y yo seguía levantándome y sentándome en la silla de ruedas porque como no tengo sensibilidad periférica no sentía dolor, de otra manera no hubiera podido hacerlo.
Se me ocurrió decirle a mi Papá que le parecía, si me lavaba esa zona con penachillo tal vez sanaba… con esta bendita hierba. Mi Papá trajo esta planta maravillosa y puso a hervir agua, echó dentro de una olla varias ramas.
Claudia, quien trabajaba en mi casa en ese entonces – lamentablemente, al igual que mi Papa Cacho, ya no está en este Planeta- fueron las dos personas que me ayudaron a sanar; me metían dentro de una tina con agua tibia de color verde producto de la clorofila que despedía al hervir la planta.
Todos los días, por las tardes venía mi Papá hasta mi casa y, junto con Claudia me introducían en la tina y me quedaba media hora o más a veces, en remojo. Así, con el transcurso de los días y en menos de un mes fue sanando esta herida en la zona genital.
Algo similar me pasó con la escara en el hueso isquión que se produjo debido a un golpe en un avión en México y que sané tiempo atrás, en 2016, con azúcar.
Sin embargo, cuando me ocurrió el accidente automovilístico, hace ya varios años tuve que ser intervenida quirúrgicamente porque la tozudez de algunos médicos hizo que no permitieran a las enfermeras curarme con azúcar una escara sacra y al cabo de un año que no sanaba un cirujano plástico me realizó lo que se denomina un colgajo. Quedó espantoso, mejor se hubiera dedicado a otra especialidad este señor que se creía un dios de la cirugía plástica. Por suerte y gracias a Dios, ya no está en este Planeta.
Otro remedio casero que solía utilizar mi Papá, para los dolores articulares y musculares y para hematomas producto de golpes, era el alcanfor con alcohol. Él decía que había que frotar bien el músculo y dejarlo actuar, dormir con esta loción y al día siguiente, darse un baño de agua tibia casi caliente. Y santo remedio!
Cuando teníamos tos, resfríos, catarros, gripes nuestro Papá Cacho nos preparaba algo que él llamaba “quemadillo” que consistía en poner a calentar dos o tres cucharadas de azúcar a fuego lento, hasta obtener punto caramelo, luego le echaba un cuarto de litro de agua y unas hojas de níspero o de borraja, lo dejaba hervir unos minutos y el líquido resultante, bastante caliente lo tomábamos ya sea nosotros, siendo niños y niñas o también las personas mayores si estaban afectadas y, tras varias tacitas de este milagroso té, santo remedio!
Solía también mi Papá Cacho colocarnos en el pecho, en la zona de la garganta y en la planta de los pies, grasa de iguana entibiada (pobres iguanas, aunque hace 40 y 50 años atrás, no cuestionábamos el uso de animales en los laboratorios ni, tampoco, en nuestras comidas y ungüentos).
Si no había grasa de iguana, porque el tren no había aplastado ninguna últimamente (de allí provenían estas grasas, de las vías del tren donde mi Papá cumplía con su trabajo de ferroviario), entonces la grasa era de gallina o de pollo. No tengo idea cómo hacía, pero estos ungüentos olían a menta, supongo que porque nos daba algunos caramelitos de ese gusto. Y también porque nos preparaba té de menta que sacaba de la quinta, donde eran infaltables la menta, el orégano, el perejil, el apio, los ajos y las cebollas.
También, cuando éramos niños nuestro Papá nos preparaba purgantes, con una bebida dulce, de color chocolate que la tomábamos con la leche y realmente parecía una chocolatada, su marca o nombre era Sacarol, esto nos servía de laxante y él nos hacía beber esto para purificarnos cada tres meses.
Es algo que no creo que sigan haciendo las madres y padres de hoy, porque sencillamente, les han quitado este conocimiento a ellas y ellos y también a los médicos y no consideran necesario que los niños y niñas tomen purgantes cada tanto.
Sin embargo, hoy me doy cuenta que es una buena manera de mantener el cuerpo limpio y prevenir enfermedades. En mi familia, cuando éramos chicos, casi no nos enfermábamos. Y menos aún íbamos al médico. Sólo por casos especiales y también, si veníamos levantando fiebre durante varios días y ésta no se iba.
Pero si no, íbamos a lo de un señor mayor que curaba del empacho, cuando estábamos indigestados y tomábamos té de orégano, o de boldo, o de menta con limón. Ni el jengibre ni la cúrcuma habían hecho su aparición aún, en aquella época. También hacíamos dieta de comidas, hasta que nos sanábamos.
Pero después irrumpió el “modelo médico hegemónico” en nuestras vidas. Y ya nada fue igual. El médico pasó de ser una persona que veíamos de lejos y de vez en cuando a ser un señor que casi, casi era como “de la familia”. Las hierbas dejaron de usarse porque utilizarlas y creer que te iban a sanar “era cosa de ignorantes” (así nos enseñaban en las escuelas, primaria y secundaria, con el currículo oculto y el no tan oculto, también y nosotras/os lo repetíamos a quiénes quisieran oírnos).
Por lo que mi Papá relegó sus conocimientos ancestrales y, si bien nos seguía dando hierbas cuando estábamos atacados del estómago, y cuando teníamos estados congestivos o gripales, no pasaba de ahí.
A los diecisiete años se hizo evidente que me separaría durante varios años del uso de hierbas y de todos esos productos naturales con los que había sido criada ya que comencé a tener ataques de pánico y me fui cada vez más relacionando con el sistema médico hegemónico y sus tratamientos alópatas.
Empecé a hacerme análisis, electrocardiogramas, radiografías y puedo decir que viví sacando turnos, dentro de los consultorios y en consultas durante casi casi 30 años.
Y así fue que casi también me recibí de médica sin ir a la Universidad, por lo mucho que aprendí del funcionamiento del cuerpo humano, además, y como siempre me ha gustado leer y saber más, investigué cada síntoma y cada manifestación de enfermedad que tenía y sus posibles raíces u origen.
Por eso también es que tengo bien claro el tema de la ley de atracción. Cuando más nos enfocamos en algo, sea enfermedad, carencia, escasez, dolores, problemas de salud, más atraemos esos estados. Si, en cambio nos enfocamos en buena salud, en abundancia, en prosperidad, en sanación más de todo esto atraeremos a nuestras vidas.
Y esto no sólo le ocurre a la persona que lo piensa y atrae, sino a todo su grupo familiar y hasta amigos y amigas, a todo el entorno. Porque somos energía, vibración, atraemos lo que vibramos, lo que emitimos como entidades energéticas.
De ahí la importancia de no mirar tantos noticieros y detalles de calamidades y tragedias, porque eso es lo que atraeremos. El televisor vibra en la misma frecuencia que el ser humano, en estos momentos y por algunos años más, y por eso es como si estuviéramos viviendo lo que ocurre dentro de la pantalla, como si estuviéramos compartiendo todo eso con esas personas que aparecen allí.
Por lo que podría estar contándoles durante largas horas los diferentes malestares y problemas de salud que he solucionado y sanado empleando las plantas, hierbas, raíces y también algunos alimentos beneficiosos que mi Papá Cacho me refería o que me daba y algunas otras, que fui descubriendo, investigando, probando, probando y probando, ensayo, prueba y ensayo en mí misma.
Tanto es así que, cuando estaba ya en el tercer mes de quimioterapia – tuve leucemia promielocítica aguda – y no podía comer nada, porque o me daba asco, o me producía nauseas, estaba delgadita como un alambre, se me notaban los huesos de los antebrazos, sólo tenía piel y huesos… mi Papá me dijo que tomara un licuado de zanahorias y remolachas al que había que agregarle una cucharada de levadura de cerveza. Era bien feo, pero reconstituyente al máximo…
Si tienen problemas de estómago, podrían probarlo, porque les va a reconstituir la mucosa ya que tanto la zanahoria como la remolacha son verduras que tienen betacaroteno y son reconstituyentes.
Luego comencé a tomar un té con una mezcla de manzanilla, hinojo, menta y borraja que me fue sanando el estómago “milagrosamente” Y a esta mezcla, ya algunos meses más tarde la ponía en medio kilogramo de yerba para poder tomar mates,
Utilizaba unos 200 gramos de hierbas mezcladas en la yerba y con eso preparé entonces y continúo preparando mis mates, ya que yerba sola no puedo digerir porque me produce acidez y problemas estomacales. Gracias a mi Papá que me dio esta rica y digestiva mezcla, agradecida siempre!
Lo que también tenemos por costumbre, algunas personas que somos de la provincia de Entre Ríos es, cuando estamos atacadas del estómago y del hígado, tomar mates de té. Que se preparan con té negro, en hebras o té verde o té rojo. Y diferentes saquitos de otras hierbas digestivas o, directamente, las hierbas molidas; le ponemos un poco de jengibre, limón y manzana, también estevia en hierbas y queda una bebida rica y depurativa, como si fuera un laxante muy suave que va actuando dentro del sistema digestivo.
Podría contarles infinitas veces en las que las hierbas me han devuelto la salud, pero me llevaría horas y horas este video. Lo que deseo es dejarles en claro y que puedan entender todo lo bien que hacen, si se utilizan adecuadamente, teniendo en cuenta que las plantas, al igual que el agua y que el sol, así como pueden ayudarnos a sanar, pueden provocar problemas e intoxicaciones, por eso siempre es mejor ir probando, con las que creemos que nos pueden hacer bien y con las que están admitidas para tomarlas y utilizarlas.
Sé que podrán sanar algunos cuantos padecimientos que no han podido curar de otras formas. Usarlas con conocimiento y también, con precaución. Como con todo lo que utilizamos para comer, tomar, inhalar y colocarnos en la piel. Porque la piel es la entrada al torrente sanguíneo de lo que ponemos y untamos sobre ella.
Y de esta forma, finalizo este primer escrito sobre Plantas, Flores y Bienestar, reiterándoles que este espacio creado como un Canal en YouTube lo hago como Homenaje a mi Papá Otilio Vallori (Cacho) quien con tanto amor fue contándonos y curándonos utilizando plantas, flores y frutas, y todo aquello que la Naturaleza tan abundante que existe en nuestro hermoso Planeta Azul nos brinda generosamente.
Gracias
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