Moda: Diseño y Discapacidad, el derecho a vestirse
Autora: Silvia Mirta Valori
Segunda parte
Los mitos, estereotipos, ideas y prejuicios instalados en el imaginario colectivo y que se transmiten de generación en generación son, todavía hoy, fuertes y difíciles de erradicar.
Uno de ellos es que al tener “discapacidad” la imagen o la apariencia física pasan a un segundo plano, por decirlo de alguna manera.
La gente cree, erróneamente, que al no ajustarte a “la norma” o al ser “diferente físicamente”, le restas importancia al aspecto físico y esto, en la mayoría de los casos, no es así. Por lo que creo es preciso diseñar y fabricar ropa que sea linda, elegante, adecuada y cómoda para las personas con discapacidad.
Todos y todas necesitamos vernos bien. Todas y todos necesitamos mirarnos en el espejo y ver la figura de una persona arreglada, bien vestida y peinada, porque esa es una manera de mantener sana nuestra autoestima, respetarnos, disfrutar y sentirnos vivas/os.
Una de las cosas que me llevó mucho tiempo superar, después del accidente y al tener que usar silla de ruedas fue el hecho de ir a los locales y no encontrar ropa adecuada, ni pantalones, ni zapatos, ni botas y tampoco camisas ni blusas, ni en definitiva, nada que me quedara bien.
O eran grandes, o eran chicas, o eran cortos o eran largas.
Lo de los zapatos y sandalias fue terrible, al principio, el sólo hecho de mirarlos en las propagandas de las revistas, me hacía llorar. Tanto es así que, cuando todavía estaba en el hospital, después del accidente, me encontró mi hermana mirando una revista mientras lloraba y me preguntó qué me pasaba, le respondí que lloraba porque nunca más iba a poder usar esos zapatos tan hermosos y con tacos y ella me dijo: “bueno… pero si ya taconeaste bastante” tomando en broma mi expresión para que no siguiera dramatizando; aún hoy me río y nos reímos de esta anécdota, pero imaginen ustedes que tenía sólo 23 años y me en – can – ta – ban los zapatos con tacos altos.
Encontrar calzados, botas y sandalias de taco bajo, elegantes y lindos, era una proeza total hace 30 años atrás –y sigue siéndolo– aunque se puede afirmar que ahora hay más disponibilidad de modelos en el mercado, gracias a las chicas altísimas que ya no les gusta andar incómodas ni tampoco necesitan utilizar tacos altos por lo que estimo que han ido diseñando y fabricando calzados elegantes y vistosos, de taco bajo, pero son escasos todavía y sólo se consiguen en determinados sitios.
Al principio, durante los primeros años de andar en la silla de ruedas, tuve que vestirme casi exclusivamente con equipos de gimnasia, muy bonitos y prácticos todos, pero con los que no me sentía cómoda para ir a los eventos. Siempre me gustó vestir bien, y la sola idea de tener que ir a una fiesta con ropa de calle o deportiva me hacía sentir mal.
Como anécdota recuerdo que, al poco tiempo de tener el accidente y usar silla de ruedas, se casó una de mis hermanas. Para ir a la fiesta, quería ponerme ropa “linda”. Entonces, fuimos a comprar un suéter con brillos – era pleno invierno– y un pantalón de vestir, bastante holgado que, por supuesto, al estar sentada se subían las botamangas y me quedaban cortas, se veían las cicatrices y vendas que tenía en las piernas, se veían las medias, en fin, un desastre.
Con bastante incomodidad pasé esa noche, con gran fastidio y sintiendo como si tuviera que llevar una pesada carga: la de vestirme con ropas que no habían sido diseñadas para mí, la de ponerme encima “lo que encontrara” en los locales comerciales.
El suéter, aunque tenía brillitos y colores era muy largo, el pantalón, muy corto y, todavía hoy, cuando recuerdo esa noche, y miro las fotos no puedo evitar sentirme ridícula con ese atuendo.
En el año 1994 nació mi sobrino Jonás, un hermoso e inteligente niño con diversidad en sus brazos y piernas. Uno de los problemas que tenían su papá y mamá (y ahora tiene él) era (y es) encontrar ropa cómoda, linda y práctica.
Tanto es así que muchas veces su mamá me sugirió que me dedique a diseñar ropa para personas con discapacidad, adaptada, que lo hiciera como un negocio, como una forma de ganar dinero.
Aún con todo esto, no le he encontrado una solución a este inconveniente debido a que he pensado y pienso: “que hay que tener en cuenta tantos temas en discapacidad” y que “las personas con discapacidad tienen tantas cuestiones pendientes que la sociedad debe resolver, que la ropa es, quizás, una de las menores”.
Además, he tomado y sigo tomando el diseño de ropa como un hobby, algo que me conecta con otro mundo, más creativo y, si se quiere también, algo superficial.
No sé si me he equivocado, pero con el tiempo, el entendimiento y el conocimiento me he dado cuenta que el derecho a vestirse es uno de los derechos básicos y que no se respeta ni se observa en Argentina ni en la mayoría de los países del mundo. Ni en los estados más desarrollados y con mejor nivel de vida.
Estimen que en el desfile de Moda H, moda adaptada a personas con discapacidad donde presenté mis diseños en 2009, estuvieron presentes sólo 7 países: Lituania, Letonia, Bélgica, Francia, Portugal, Argentina y España. Y, si bien han continuado realizando desfiles y sensibilizando al respecto, en las vidrieras y en los comercios no he visto, al día de hoy, ropa adaptada. Ni tampoco facilidades para hacerlo. Con esto quiero significar que las marcas de indumentaria no ofrecen la posibilidad de adaptarla, aunque fuera con costos agregados.
Actualmente creo que la ropa, el vestuario, lo que usan las personas para vestir sus cuerpos no son “problemas menores”.
Es importante poder comprar y lucir ropa elegante y que vaya bien en casi cualquier situación sin tener que ir y pagar para que la modista o el sastre la confeccionen o hacerles “arreglos” y “adaptaciones” a la que se adquiere en los locales.
Continúa en la tercera parte…
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