1º HISTORIA. Ataques de pánico
Momentos de resiliencia y motivación
Es uno de esos días de verano en la provincia de Entre Ríos en los que hace mucho calor. Vivíamos en una casa que habían hecho edificar mis padres, en un pequeño pueblo de la provincia de Entre Ríos. Mi papá se está afeitando en el baño. De pronto comienzo a sentirme mal. Y le digo que no puedo respirar, me ahogo, que me falta el aire. Salgo corriendo hacia afuera. Él corre hacia mí. Estoy transpirando enormemente. Me pasa un trapo por la cara, con agua fría.
Llega mi mamá que estaba hilvanando un vestido y me pregunta qué me pasa. Yo les digo que sólo quiero ir al doctor, que me vea un doctor para que confirme que no estoy muriéndome, que el aire no entra, que el corazón se detiene. Siento verdaderamente que se está deteniendo el corazón y me toco la muñeca, donde está la vena, allí donde se controla el pulso, a ver si puedo percibir que está latiendo. Después que lo hago, salgo corriendo hacia la camioneta viejita que teníamos entonces para que me lleven en ella.
La camioneta no arranca. Mi papá tiene media cara sin afeitar, cubierta todavía con la crema blanca por la que no pasó la maquinita todavía. Trata de hacer arrancar la “chata” como le decíamos. Pero esta no funciona. Así que mi papá, así como está, con media cara cubierta de crema de afeitar, sale corriendo conmigo a pie, hasta el consultorio del médico que está a unas cinco cuadras.
Primero tenemos que pasar por encima de las vías del tren porque nuestra casa estaba detrás de la estación. Una de las alpargatas que usa mi papá se queda entre las vías del tren, él igual continúa conmigo de la mano, dándome ánimos, tranquilizándome, descalzo, sin una alpargata, llegamos al domicilio del médico que, enseguida me hace pasar.
El doctor es el padre de uno de mis amigos de infancia, compañero de la escuela desde la primaria, además me vio nacer y conoce bien a mí papá; con absoluta tranquilidad, dirigiéndose a mí pregunta:
- Qué te pasa m´hija? Porqué estás así?
- No puedo respirar, doctor, me falta el aire, me ahogo – le respondo
- Vamos a ver qué está pasando… y el amable doctor me revisa parsimoniosamente, ausculta, toma la presión, escucha detenidamente como late mí corazón y luego nos dice:
- No hay nada raro, todo está bien, bueno, casi bien porque la presión arterial está elevada, pero es por el susto que has tenido, te pusiste muy nerviosa y ahí se te levantó la presión, está todo bien. Pero para tu tranquilidad, te haremos un control, un electro para saber cómo está funcionando el corazón. Y algunos análisis.
- Todo está bien, quédate tranquila – dice entonces mi papá. Te pusiste nerviosa y eso es todo, vos estás más sana que yo y que el doctor juntos que con seguridad nos iremos antes… y nos reímos los tres de la ocurrencia de mi Papá…
Así fueron varios de los ataques que tuve, en esa época, a mis 17 años, gracias a Dios tenía un Papá tan bueno y tan considerado que salía corriendo y hasta descalzo y aún con la cara a medio afeitar me llevaba al querido doctor que me atendía rápidamente, con ganas, con paciencia y sabiduría y me tranquilizaba. Me curé en unos pocos meses. O creí curarme. Porque aclaro que no tenía nada físico, todo era mental, todo estaba orquestado por mí mente. Mi organismo funcionaba perfectamente. La mente es tan poderosa cuando se la deja actuar sin ton ni son…
Porque estos “ataques” se presentaron nuevamente cuando atravesé por situaciones de estrés, de miedo, de sobresaltos y confusión, de no saber qué hacer ni adonde ir a mis 22 años. Se hicieron más frecuentes y se prolongaron por un año, hasta que desembocaron en un accidente automovilístico que pienso, estimo y me doy cuenta hoy que lo atraje con mis pensamientos, con mis ideas acerca de la muerte.
Lo que me estaba sucediendo era lo que hoy se conoce con el nombre de ataques de pánico, ahora los denominan así y los tratan de diversas formas, pero hace 40 años atrás, no había tratamientos ni se los nombraba de esa manera, decían que eran ataques de nervios y sólo te inyectaban un tranquilizante y continuabas así hasta que ocurría el próximo.
En ese entonces, tenía miedo de salir a la calle, miedo de andar sola, miedo de que me agarrara ese miedo viajando en el tren o manejando. Y lo cuento ahora, en estos momentos de confusión en el mundo, porque sé que varias personas padecen estos ataques, son más frecuentes hoy que hace 30 o 40 años atrás, y se dan en casi todas las edades y en casi todos los sexos, cuando las personas están viviendo momentos de estrés, de crisis, de cambio, de miedo o de confusión. Y sé que pueden curarse. Con las palabras adecuadas, con la programación neurolingüística (PNL) se curan en cuestión de días. Hasta hay personas que sanan en unas horas.
No sigas viviendo con este tipo de situaciones. Conecta conmigo a través de mi página web silviamirtavalori.com o enviándome un mensaje de texto al celular y te contaré más… Para que puedas salir de esa situación tan difícil que te hace la vida imposible, tanto a vos misma/o como a tus seres queridos… Ojalá hubiera encontrado yo, en ese entonces, alguien que me hubiera dicho que era tan fácil erradicar para siempre esos ataques, esos miedos, esas ideas tan fuertes y trágicas…
Hoy sé que se Puede! Y que cualquier persona, con la información y el tratamiento adecuado puede hacerlo!
Con estas historias de mi vida pasada pretendo darte una “chispa”, una luz que pueda iluminar tu propio camino hacia el Despertar de la Consciencia…
Gracias por estar allí!
Deseando que tengas un hermoso día, que mi historia te haya hecho pensar y te impulse a salir del sitio donde te encuentras e ir por más, me despido hasta la próxima. Esperando haya sido de vuestro agrado, les saludo con amor…
Comentarios recientes